sábado, 17 de diciembre de 2011

PRENSA. "El horror de los 'vuelos de la muerte' de la dictadura argentina". CUENTO: "Con los delfines", de Mario Benedetti

Fotografía de víctimas de la dictadura militar argentina. EFE. ("El Mundo")

En "El Mundo":
Más pruebas irrefutables de la brutalidad represora
El horror de los 'vuelos de la muerte' de la dictadura argentina

Juan Ignacio Irigaray
Buenos Aires

16/12/2011

   La Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) ha desclasificado 130 fotos de víctimas de los "vuelos de la muerte" de la dictadura argentina (1976-1983), equivalente a la "solución final" de los nazis del III Reich alemán.
   Guerrilleros y opositores políticos que estaban prisioneros fueron arrojados vivos al mar desde aviones de la Armada, la Prefectura (policía de costas) y el Ejército de tierra. Pero a veces las mareas devolvían los cadáveres a la costa.
   Las fotos corresponden a 20 cadáveres aparecidos en las playas de Uruguay entre 1976 y 1979. Y se presume que fueron hechas por peritos de las fuerzas armadas o la policía de Uruguay. Todos los cuerpos tenían ataduras en las manos y los pies con cintas y cables. En la piel lucían señales de torturas con "picana", cuando se les pasa electricidad por el cuerpo.
   El cadáver de una mujer, que tenía pintadas las uñas del pie, presentaba lesiones de violación, vaginal y anal. Fue encontrado en la uruguaya Laguna de Rocha, con salida al mar, el 22 de abril de 1976.
   Otra mujer tenía entre sus ropas un documento de identidad, que mencionaba la fecha de nacimiento en 1954. Y algunos de los cuerpos guardaban en los bolsillos monedas y billetes de Argentina.

Los culpables
   La prueba irrefutable de los "vuelos de la muerte", algo negado hasta ahora por las fuerzas armadas, salió a la luz en 2005 cuando el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) identificó unos cadáveres aparecidos en 1977 en la costa bonaerense.
   Se trataba de la fundadora de Madres de Plaza de Mayo Azucena Villaflor de Devincenti, sus compañeras Esther Ballestrino de Careaga, María Ponce de Bianco y Angela Aguad y la monja francesa Leonie Duquet, que habían sido secuestradas entre el 8 y 10 de diciembre. Los cadáveres aparecieron seis días después en las playas de Santa Teresita, arrastrados por la corriente marina, y fueron inhumados como NN en el cementerio de General Lavalle.
   Por los "vuelos de la muerte" la Justicia argentina procesó y mantiene detenidos a cinco ex pilotos militares -uno es Julio Alberto Poch, detenido en Valencia en 2009-.
   Además, en España purga condena el ex marino Adolfo Scilingo, que en 1998 confesó al juez Baltasar Garzón haber arrojado al mar a 30 prisioneros.

   Un cuento de Mario Benedetti:
Con los delfines


María Eugenia: Creo que comprenderás por qué no inicio esta carta con "querida mamá", como cuando lo hacía desde la lejanía de mis antiguas vacaciones. A esta altura, vos y yo sabemos (vos lo supiste siempre; yo, tan sólo hace tres años) que no sos mi mamá, como tampoco Pedro Luis es mi padre. Ahora que él murió, me da un poco de pena saber que has quedado irremediablemente sola. Pero mucha más pena me dan mis padres verdaderos. Sé de buena fuente, como vos, que desde un avión los arrojaron al mar y que los arrojaron vivos. Ahora es casi imposible que alguien pueda demostrar que sí o que no, pero yo me inclino a creer que sí, ya que la comprobada saña de los amigos de Pedro Luis, aunque todavía nos desconcierte y nos repugne, fue algo real.


Durante el primer año de mi llegada a la casa de mis abuelos, todavía a veces soñaba contigo y con él, y no podía evitar un último estremecimiento de cariño. Entonces no sabía toda la verdad. Pero ahora, cuando Pedro Luis se me aparece en sueños, me despierto en plena náusea y casi siempre tengo que ir al baño a vomitar. Contigo es un poco distinto, ya que en cierto modo también fuiste víctima: te metieron en el escarnio sin molestarse en pedir tu consentimiento.


Ahora que reconstruyo nuestros ambiguos quince años de vida en común, puedo rememorar la extraña mirada que en ciertas ocasiones (cada vez con menos frecuencia) me dedicabas; una mirada que entonces sólo me provocaba extrañeza, pero que ahora puedo (o tal vez quiero) imaginar que quería decir: "He usurpado el puesto de otra" o "Creo que me quiere pero no lo merezco" o "Algún día me la quitarán". ¿Era así? Por otra parte tengo la impresión de que mi inapropiada presencia no sólo no contribuyó a la unión de ustedes dos como pareja, sino que más bien provocó un deterioro que ya no tenía remedio, ya que en el peculiar estilo de nuestra vida en Mendoza, un divorcio o una simple separación era algo por lo menos inadecuado y que jamás habrían permitido los compañeros de armas de Pedro Luis. Pero, ¿cómo podían ustedes convivir con un pasado tan miserable? ¿Cómo podían acostarse y hacer el amor (¿o ni siquiera lo hacían?) sabiendo que a un lado y otro de la cama comparecían y los miraban los fantasmas de mis padres verdaderos? ¿Cómo puede desarrollarse normalmente la vida cotidiana sabiendo que se basa en una acción despreciable?


Mis abuelos me quieren, me miman, me hablan de mis padres, tratan de crear en mí un nuevo estímulo para vivir, pero a mis 18 años actuales debo confesar que mi vida está rota y hay en mis noches otra fantasía recurrente, en la que me arrojo yo también al mar. ¿Por qué? ¿Para qué? Pues para juntarme con mis padres. En el sueño ellos me reciben, muy juntos, con los brazos abiertos, rodeados por delfines solidarios que también se incorporan al festejo. Y cuando por fin me despierto aún permanece en mí la sensación de ternura más nítida de toda mi existencia.


Tengo en mi mesa de noche la foto de mis padres y sé que vengo de ellos y de nadie más. Las zalamerías de Pedro Luis siempre me sonaron a hipocresía y mi memoria no las olvida, pero las rechaza. Creo en cambio que tus señales de cariño eran sinceras y las conservo como algo positivo en medio de una situación tramposa. Quizá algún día junte fuerzas para volver a verte, pero por ahora no. Todavía estoy llena de rencores y rencorcitos.


Después de todas las comuniones, misas y homilías a que me llevaste, no sólo me he quedado sin padres sino también sin Dios. Me gustaría que me contaras qué le decías a tu confesor. Y sobre todo qué te decía él. Haberse apropiado de una hija de padres desaparecidos y/o asesinados por tu gente, ¿es un pecado mortal o venial? ¿Con quince padrenuestros y siete avemarías queda limpio el currículum? No puedo rezarle a un Señor cuyos representantes arropaban cristianamente a los verdugos. Ahora comprendo el llamado en rebeldía del Cristo crucificado: Padre, ¿por qué me has abandonado? Al menos dicen que él resucitó, pero mis padres sumergidos no volvieron. En el mejor de los casos, no están rodeados de apóstoles sino de delfines. Acaso Dios no resida allá en los Altísimos sino en el fondo más hondo de los mares. Y desde allí lo ignore todo, aunque de vez en cuando abra sus branquias y emita bendiciones. No descarto que en alguna de estas noches, yo, que no sé nadar, me decida por fin y me sumerja a buscarlo, así nomás, sin flotadores, pero con la mochila llena de reproches. Y nada más.
   Un chau. PAULINA.

   Mario Benedetti. De Buzón de tiempo.

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